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El blog más punk de México y alrededores, me consta.

martes, 30 de marzo de 2010

 

El sueño de Calderón

Hoy me siento impotente, incapaz de incidir en alguna decisión, y creo que no soy el único. Hace unos días envié una carta al diputado de mi distrito (Gastón Luken, panista impuesto desde el centro, no hay de otra en este distrito clasemediero y con más iglesias per cápita que el resto de Tijuana) sobre el RENAUT y la delincuencia organizada. Su asistente me respondió que "ya envió el mensaje al diputado" (!!!) y que daría respuesta "en la medida de sus posibilidades". Hasta ahora, creo que hay más probabilidades de que Steve Jobs me mande un correo sin que yo lo contacte a que "mi representante" me conteste. Parece como si los diputados vivieran en una esfera y no supieran que ocupan los últimos lugares en credibilidad en México, o simplemente no les importa hacer algo para eliminar esa percepción. Pero no creo ser el más frustrado o abusado de los mexicanos como aquellos a los que el ejército les ha matado un pariente o se han metido en un problema por no obedecerlos en un retén.

Hace unos meses, Calderón, junto con unos conjurados medios de comunicación, intentó seguir la línea de 2006 y crear dos tipos de mexicanos: los narcos y los obedientes de la palabra oficial. La estrategia se notaba a simple vista cuando uno observaba sus reacciones ante quienes exigían que se retirara al ejército su "misión" de seguridad pública, de establecer un "estado de derecho" como se dice en estos medios. Calderón estuvo a unas palabras de llamar a esas personas que disentían narcotraficantes, sus secuaces o rebeldes ignorantes. Posición que por cierto describí en un post por esos días.

Hoy la situación ha cambiado un poco. Ante la evidencia de que el ejército ha asesinado a ciudadanos comunes y corrientes, y ha creado una nube de acusaciones a su alrededor para "justificar" las muertes, Calderón se ha replegado ante las peticiones con el simplista, abusivo y socarrón "¿y ustedes qué proponen?".

Evidentemente proponemos que se retire al ejército de las calles, decimos que tenerlo allí amenazándonos si no nos detenemos por miedo o por distracción o porque tuvimos la desgracia de estar en medio de un tiroteo, es una estrategia de Estados Unidos, fue su idea, y no ha funcionado. Algunos optimistas proponen un "marco legal" que "legalice"(esto de por sí debería ser uno de nuestros escándalos) la presencia (violencia) del ejército; o que se capacite a los mandos y soldados sobre derechos humanos. Pero ¿cuánto nos llevaría esto? ¿Cuántas muertes? ¿Podríamos confiar en ese marco si el mismo ejército se encarga de desaparecer evidencias, inventar historias y amenazar testigos, si la PGR responde al ejecutivo, al igual que el Ejército?

Entre todo esto todavía quedan cosas peores, que no se pueden resolver con leyes o discursos mal hechos (los de Calderón) sobre el narcotráfico. Hay ideas detrás. La primera es la de que Estados Unidos puede imponer a México una estrategia de "erradicación" del narcotráfico, sin importar la violencia que desate, y no hablemos de la soberanía, y de las vidas de mexicanos inocentes asesinados y las violaciones de derechos elementales. ¿Que dónde están las pruebas? En el Plan Mérida, en el hecho de que venga el gabinete de seguridad y de que Estados Unidos internacionalmente rechaza la legalización de las drogas, y de que el propio Calderón dice que "estamos cooperando aún más" (¿quién impone los términos de la cooperación?). La otra es que frente a la violencia de unos se vale la violencia oficial, que es legítimo que los narcotraficantes "se maten entre ellos" o que el ejército los asesine sin importar, precisamente el "estado de derecho". En fin, la idea de que la violencia en esas expresiones es legítima, que los mexicanos la aceptamos porque esta "es una guerra contra el narcotráfico". Y ha sido claro, todo este tiempo, que la violencia no ha aumentado solamente porque se ha aplicado una estrategia fallida, sino también por las ideas simplistas y justificatorias que la sostienen.

Creo que deberíamos sentarnos a discutir todo esto. No creo que el gobierno de Calderón tenga la capacidad de acabar con el narcotráfico como lo planea. Incluso si asumimos que ese no es su objetivo, y que en cambio es una bandera de legitimación de su paradójicamente denigrante y perdido sexenio, es una mala estrategia. Deberíamos estar hablando del modelo de sociedad que queremos, pero ese sueño todavía no lo tienen muchos... y menos el de la sociedad que queremos. Pero Calderón ya compró uno, y no es precisamente el de la sociedad más justa y equitativa que prometió (entre dientes, por cierto), y menos la del empleo, es la del terror, la del control militar que le enseñó Estados Unidos, gran practicante de ese deporte en sus múltiples patios.

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