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Cuando leo las noticias sobre Irán me acuerdo mucho del 2006 en México y la actitud de aquello que denominamos comunidad internacional, ese conglomerado de actores estatales y no estatales que se mueve a través de una red un tanto difusa. No estoy diciendo que los casos de México e Irán sean iguales o medianamente parecidos. Hay muchas diferencias entre uno y otro, sus sistemas políticos son muy diferentes, su historia, su cultura, todo es diferente. Pero no por eso deja de antojarse relacionarlos de alguna manera.

Cuando en 2006 Calderón pretendió ganar las elecciones con el “haiga sido como haiga sido”, a pesar de la intervención de poderes ajenos a la competencia democrática, la comunidad internacional avaló el triunfo, los observadores internacionales, ignorando los reportes de anomalías (no de las tradicionales, es cierto) más que documentadas, declararon que en México las elecciones habían sido transparentes y justas. El presidente español fue el primero en felicitar a Calderón, aún antes de que hubiera resultados oficiales, despreciando a una oposición desconcertada por los resultados y que acusaba de fraudulentas las elecciones. Nadie escuchó esas voces, es más, la comunidad internacional trató de acallarlas argumentando lo contrario, sin dar oportunidad de demostrar nada, sin dejar ver un poco de dudas sobre la elección en la que salió un ganador designado por tribunales con un 0.56% de ventaja sobre el candidato declarado perdedor.

En esas elecciones nadie dio crédito a la oposición, la comunidad internacional le siguió el juego al gobierno de Fox, en lugar de hacer clara su neutralidad ante unas elecciones tan competidas, cuyo resultado aún ignoramos. La comunidad internacional se planteó un falso dilema entre declarar sus dudas o no sobre la elección, olvidando mágicamente la alternativa de "no hacer nada". Pero allá afuera era difícil sostener dudas sobre las elecciones. Fox había acondicionado el medio con la idea de una política exterior basada en la promoción de la democracia y los derechos humanos, en el reconocimiento de México como país democrático del que él era el vivo ejemplo.

Ahora en Irán las elecciones de hace dos semanas han provocado acusaciones de fraude como nunca antes, aunque se trata de las mismas instituciones que las organizaron en 2005 sin mayor problema. El presidente Iraní fue declarado ganador y reelecto y eso ha generado las protestas de las que sabemos todos los días. Los gobiernos del mundo, de esos países como EE.UU., Gran Bretaña y Francia han hecho declaraciones sobre los hechos, apoyando veladamente a los manifestantes. Por su parte, los medios de comunicación no se quedan lejos de ello y nos distribuyen dosis diarias de las injusticias del régimen iraní, generando la ineludible simpatía por el movimiento. Es difícil aquí no condenar la violencia de las acciones para disolver las manifestaciones, o que se haya arrestado a disidentes y asesinado a otros. Pero ¿por qué ahora tanta indignación? En Irán siempre ha habido presos políticos, la naturaleza de su régimen los hace necesarios ¿por qué ahora la comunidad internacional se acuerda de ellos? Los alegatos de fraude electoral han sido poco documentados ¿por qué la oposición tiene tanto apoyo internacional? ¿por qué los medios de comunicación le han dado un giro a los resultados que se preveían desde hace tiempo y los califican de fraudulentos?

Y aquí vienen los alegatos del gobierno Iraní sobre la intervención de "potencias extranjeras" en sus asuntos internos, los cuales se sostienen por sí solos en la historia política del país. En 1953 el primer ministro de Iran Mohammad Mosaddeq fue depuesto por un golpe de estado después de poner en riesgo los intereses británicos en el petróleo de su país. El golpe fue preparado por agentes de la C.I.A después de que los británicos los convencieron de las supuestas inclinaciones comunistas del líder iraní, planteando el problema en la lógica de la Guerra Fría. Después, el régimen vendido que surgió fue la razón principal de la Revolución de 1979 que dio origen a la actual República Islámica, sus enfrentamientos con Irak y sus diferencias con EE.UU.

En 2006, en México, estaba en juego la continuidad de las reformas de apertura que daban un lugar a México en el mundo, pero sobre todo, un lugar en México para el mundo; al menos ese era el gran temor de muchos. No es injustificado, entonces, creer que el intereses de la comunidad internacional era logar la continuidad, las estabilidad, pues, del sistema político mexicano, propicia para los intereses trasnacionales tradicionales.

Este año, Irán se acerca a sus metas nucleares a pesar de las objeciones de Occidente y ha reafirmado su influencia regional, con claros efectos en la geopolítica energética. A varios actores de la comunidad internacional les interesa una deposición de Ahmadinejad y el ingreso al poder de alguien con quien se pueda jugar la carta del derrocamiento, dependiente de las mociones occidentales. Es cierto, nadie puede comprobar que hay intervención occidental en el movimiento, pero aunque no haya, la posición occidental denota intereses muy propios diferentes de la democracia y libertad de los ciudadanos.

A pesar de lo triste de la represión de protestas inspiradas en ideales democráticos, lo que estamos presenciando no es una lucha muy romántica del pueblo por la democracia. El enfrentamiento va más allá de lo que los mass media del mainstream tratan de construirnos. Lo que está en juego va más allá, hasta la distribución regional del poder, el acceso a recursos naturales y el enfrentamiento de las potencias mundiales por la región. La gente, y la democracia, esta vez no son los protagonistas y se confirma que la comunidad internacional, lejos de ser ese conjunto de actores que bajo ciertas perspectivas busca el bien común, es algo más difuso aún, que puede llegar a elaborar criterios de doble rasero para calificar elecciones.