El otro día, leía algunos de los discursos del foro "México ante la Crisis". El título es de por sí sospechoso e hilarante, no es México en Crisis, no, para nada. Aunque este es más adecuado y un poco más escandaloso, los organizadores prefirieron ignorar y disimular la profundidad del problema, caso típico de la política mexicana.
Además de eso, es en estos momentos de problemas económicos (agudizados, porque México tiene 25 años en crisis) cuando los tomadores de decisiones empiezan a sacar el cobre. Por ejemplo, para nadie resulto novedoso el Acuerdo Nacional para la Economía Familiar y el Empleo, fue un déjà vu del priismo de hace apenas unos 15 años, una señal de que en realidad la forma de hacer políticas públicas en México no ha cambiado mucho.
En el mencionado foro, hubo otro de esos resabios anacrónicos, esta vez de parte del presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Armando Paredes, dijo:
"El gasto corriente crece insaciablemente y reduce el espacio de inversión; las políticas públicas se han realizado sin planeación adecuada y con criterios populistas o de corto plazo. Por no mencionar los elevados precios de los bienes y servicios que administra el sector público, la corrupción, la falta de trasparencia, la insuficiencia de rendición de cuentas y las violaciones al estado de derecho... Todos estos elementos se traducen, indudablemente, en una enorme falta de competitividad en el país."
La idea de la competitividad, el último dogma del siglo XX, está muy trillada y por mi parte no merece mucha atención, sólo quiero decir que muy pocas ideas universales como la educación gratuita y el respeto a la libertad, no deberían subordinarse a la idea de la competitividad.
Pero sólo hagamos un zoom a la primera frase de ese párrafo, ¿el gasto corriente reduce el espacio de inversión? Si estuviéramos en la década de los 70s y principios de los 80s este individuo hubiese combinado perfecto con los tiempos. El gobierno ya le ha dado oportunidades inmejorables de inversión a los empresarios mexicanos y extranjeros, mencionemos por ejemplo, el caso de los bancos y las Afores, la educación, y la construcción de viviendas e infraestructura. Y no hablemos de las facilidades bajo el nombre de "incentivos fiscales" que aumentan a niveles ridículos las ganancias de los grandes inversionistas. ¿A qué otros espacios se refiere? ¿Lo que queda de la educación pública? ¿La seguridad pública? Parece que en México es el único país donde todavía somos capaces de escuchar esos discursos sin chistar. En otros países no se discute otra cosa más que cómo aplicar mejor los recursos de los contribuyentes para mejor pasar la crisis.
México es uno de los países miembro de la OCDE, con el menor gasto público como proporción del PIB. Y creo que no hay que recordar que donde invierte, consume o transfiere dinero el gobierno es o porque la iniciativa privada no tiene ningún incentivo, como en la telefonía, la educación o la construcción de caminos en lugares apartados y empobrecidos del país, o porque de esa inversión pueden colgarse los empresarios para hacerse más ricos. Y detrás de esto está la idea de que la iniciativa privada genera buenos empleos y que todo el beneficio que puedan tener redundará en el bienestar de todos los mexicanos (tenemos algo así como 25 años escuchando eso).
De aquí, viene la moraleja de todo esto y repetida todos estos días: el mercado no es en sí mismo la solución. Esperar que la iniciativa privada genere el bien común es una utopía, lo primero que hacen estos individuos o personas morales, como se les denomina para aumentar la impunidad, es garantizar sus ganancias, no importa que tan asquerosas sean, y desgraciadamente esto no significa que los no-empresarios, los ciudadanos de a pie estemos mejor . Y eso lo estamos comprobando… otra vez.
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