A los siete años mi padre me dijo que todos los problemas se acabarían con una revolución del proletariado del mundo. Para cuando me lo dijo era evidente que ya no tenía mucho caso guardar esas esperanzas, la URSS, lo que significaba lo más cercano a eso se acaba desmembrar, y las especulaciones sobre las causas y el futuro salían hasta por debajo de las piedras. Pero si ni siquiera entendía lo que la frase quería decir, menos aún si tenía sentido en 1993. Recuerdo que para empezar pregunté qué era el proletariado, luego qué era una revolución y luego cuáles eran los problemas del mundo. Lo de revolución no me costó mucho trabajo, lo asocié a la revolución mexicana y a un desfile cada veinte de noviembre, y lo de los problemas del mundo tampoco, pensé en los niños que no comen porque nosotros no nos comemos todo lo que nos sirven. Hasta allí llegó lo que entendí y lo demás quedó en el aire. Después leí El Origen de la famila, la propiedad privada y el Estado y El Diario del Che en Bolivia. Del primero entendí poco, y del segundo, ni siquiera lograba entender qué hacía el Che en Bolivia, si era Argentino y fue ministro del gobierno revolucionario de Cuba, pero me gustó, para mí era como leer El viaje al centro de la tierra (así de apolítico).
Creo que nos quedamos con las ganas de ver la revolución proletaria universal. Es más, el sistema se creó algo mucho más pacífico para controlar recursos y personas sin necesidad de oprimir levantamientos o de preocuparse de que alguna vez existirán: el mercado. Una idea muy llamativa y natural lo sostiene: la competencia. Hoy por la mañana leía un artículo aburrídisimo sobre el papel de los recursos naturales en los conflictos mundiales. La autora decía que dada la escasez de estos recursos los conflictos entre países por controlarlos irían en aumento. Creo que se le fue la mano, el mercado controla esos conflictos. Lo único que tienen que hacer las potencias que codician algo es obligar a abrir mercados donde sus empresas superiores en tecnología y hasta ideas pueden apropiarse de todo. Todo simple, sin muchas complicaciones, sin conflictos por recursos.
Igual con la revolución proletaria, o con lo que se le pueda parecer ahora, digamos por ejemplo una organización de trabajadores que quieren mejores condiciones de trabajo. Para empezar, el tema ya no es apropiarse de los medios de producción, sino de interactuar mejor con ellos. No hay más porque el mercado, y la idea de que nacimos para competir y destrozarnos en el camino, absorbieron todas las energías y las encausaron a la productividad, a la competitividad y a la ilusión de libertad…
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