El blog más punk de México y alrededores, me consta.
I
La ignorancia rastrera del estudiante tiene múltiples formas de manifestarse. Las más comunes son las infantiles. Y las peores, las intelectualoides. La incertidumbre por el futuro, y sobre todo por el pasado, se refleja en ojos desorbitados y emociones viscerales que fluyen en forma de berridos y proclamas seudo rebeldes disfrazadas de perspicaz inteligencia juvenil, propia de individuos arrogantes, que creen en su vitalidad como no en su falsedad. Proclamas aventadas desde el cerro que codifican un mensaje, estúpido, por supuesto: “somos el futuro, y no haremos la mierda que han hecho los otros”. Su desconocimiento del pasado allí se ve, en sus ojillos ojerudos y sonrisas lascivias. El romanticismo de su mensaje debería ser utilizado para argumentar más películas hollywoodenses sobre la libertad y el individuo y vender lágrimas por la imprudente existencia del humano. Sólo la reacción intelectualoide es capaz de tal aseveración, sólo el conocimiento turbio y desechable puede producir acciones con premisas tan populachas, sólo simios parecidos son capaces de continuar con los alaridos que han soltado millones de personas, pretendiendo un rompimiento expedito con el pasado, una aversión por los valores retrógradas y cultura primitiva, o sea, recibir las oleadas de ignorancia y despecho, tan comunes en México como el discurso popular de gobiernos autoritarios.
La idea de desconocer lo mal hecho y rescatar lo bueno es lo mismo que querer sacar de la televisión, y ponérsela, la armadura de los caballeros del zodiaco para rescatar al mundo de las mentes perversas que lo agobian. Infantil y patéticamente payasa (hay payasos que hacen llorar, ¿no?). La mente infantil es la más maleable, ella se adapta a los requisitos de la moda y frenesí de las masas con una rapidez imperceptible, mientras con una maniaca sonrisa pretende pensar. Pero lo intelectualoide es igualmente maleable, este es más digno de aplausos por su comedia al resistirse con argumentos que obtiene de sus detractores. Lo intelectualoide rifa, es cool, ok, curada, pro o chakas mientras un grupo de oligofrénicos, homogeneizado por el INJUVEN, el romanticismo barato por el 68, y gentecillas de la rama intelectual, sustentan esa idea.
II
Tal vez sea miedo, o falta de ideas, pero el ardor contra el autoritarismo no ha hecho otra cosa que consolidarlo, al buscarle otras formas de expresión o realización, menos obvias pero igual de efectivas. La juventud, la gran población que he descrito anteriormente, no ha carecido de métodos reprobables para expresar la misma sentencia. La elevación del columnista al punto de considerarlo poderoso no es nada despreciable, si existe un conjunto de jovencitos revolucionarios amantes de la verdad y el progreso nacional. Por eso es cool cargar y discutir las pretendidas asonadas de los intelectuales, en paneles representativos de una comunidad disgregada de jóvenes estudiantes que debe unirse para acabar con la exclusión de sus grandiosísimas propuestas. La risa es incontenible. Si se trata de condenar e indignarse mi queja no puede ser desperdiciada: no hay peor atentado terrorista que todo ello, en ningún otro lado se desperdician tantas vidas con verdades y proyectos imaginarios, tan absolutos que el Leviatán es un mounstrito deleznable, y ridiculizan a Hobbes y su deseo de un Estado indestructible.
Con eso solo demuestran la pertinencia de mis preguntas. ¿Para qué querer al Estado si se tiene a la televisión, al cine y a compositores de quinta para mentes infantiles? ¿Para qué el estado si tenemos intelectuales superpoderosos secundados por una manada de intelectualoides? A nadie, así, le debe interesar el dominio, el gobierno como objeto transformable; si existe una población de “nuevas generaciones” , fácil de domar, la existencia del estado solo se traduce en beneficios de grupos excluidos de la masa, élites incorporadas al imaginario colectivo pero irreconocibles, porque los intelectuales sólo hablan en clave para su grupo de seguidores, dominados. Apareciera un nuevo absolutismo relajado por poemas y libertades coreadas por demonios (angelicales), un liberalismo deslumbrante y un hermoso progreso, todo tan infalible, que el menor respingo merecerá el mote de retroceso, irreverencia o aberración. Un absolutismo dentro de otro institucional y tradicional (el estado). La democracia sería uno de sus poemas, y la individualidad una libertad. Todo elevado hasta el cielo, ojos brillantes observándolo, orgullosos de constructos cerca de lo perfecto. La mentira eternizada.
III
¿Eso es lo que se quiere? Hoy, que es carismático defender la igualdad y democracia, mientras a esa igualdad se le da el sentido del absolutismo, reconocerse partidario de un partido político es solo parte del discurso, se tiene que demostrar pegando panfletos y arguyendo con moñitos la santidad de un ideario, al que no se puede refutar sin ganarse el desprecio de una masa reaccionaria y manipulable; con intelectuales de un lado y otro, como preparados para construir el estado perfecto de doble absolutismo: disgregar la mentira es la militancia perfecta
Pensar en la igualdad es algo peligroso, sobre todo en el estilo de la uniformidad. Desvirtuar el sentido de esa palabra, por naturaleza reverenciada como democrática, es fácil, por lo tanto, utilizarla en pro de beneficios políticos particulares, no le cuesta trabajo a muchos individuos dedicados a ese humilde oficio. La democracia requiere de la igualdad, pero un absolutismo también. La igualdad es tan apreciada por ambas que confundirse y gritar hasta el cansancio en su defensa, a favor de la democracia es suficiente para carcajearse.
Así como para ejercer ese acto tan bonito y ultra-apreciado llamado voto popular (democracia) los individuos deben gozar de iguales derechos para garantizar su pleno funcionamiento, el absolutismo también necesita de un pueblo de iguales, en este caso porque las diferencias generarían conflictos que afectarían al poder central. Por eso, la defensa de la igualdad puede estar enmarcada por concepciones trastocadas, antitéticas. Aunque si se quieren complicar las cosas, la igualdad puede venir acompañada de palabras como libertad y ciudadanía, haciendo referencia a la democracia. Tal vez eso sea cierto en el sentido de que existe la retórica que se infla con ellas. Pero la oligarquía, ese desperfecto mal negado de la democracia, bien puede utilizarlas, las élites que sangran a un pueblo lo hacen mientras les dictan el comportamiento de un buen ciudadano y el protocolo democrático de un “estado moderno”.
Nota: si te preocupa que haya usado absolutismo y autoritarismo en el mismo sentido, deja de hacerlo, están deliberadamente colocadas.