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El blog más punk de México y alrededores, me consta.

lunes, 31 de enero de 2005

 

De “El problema es que ya no hay espacio para poner más cruces” (Parte I)

“Lejos de interesarnos el bienestar de los demás sólo nos place detentar el poder… sólo el poder, el puro poder”

George Orwell, “1984”

En México cualquier actitud de reforma es mero artificio de propaganda política, vulgar y populista, plagada de las más perversas intenciones; sólo es necesaria una hermosa arenga, capaz de transformar el discurso político de acuerdo a la necesidad del público (no basta una idea, basta lo que la gente quiere escuchar) para quedar frente a todos como el héroe manifiesto que viene a solucionar todos los problemas de un pueblo deseoso de gobiernos paternalistas. Aunque, es cierto, la política no puede prescindir de simbologías que identifiquen a la masa y la alienten; pero en México las descarnadas luchas de los partidos políticos que absorben por absorber sin mayor programa las arcas del erario publico, los símbolos desaparecen para dejar al descubierto las más repugnantes pretensiones de dirigentes y arlequines burócratas, ni por lo menos se alude a las libertades; la dudosa democracia mexicana sólo funciona como juguete de niños malditos. La información se oculta, se modifica o malinterpreta dependiendo el caso o los casos; el pueblo no conoce la historia, ni la ideología de los partidos. Y si de ideología se trata, parece no existir, las escisiones, reclamos o simples pleitos políticos no obedecen a cuestiones doctrinales, sino de mera práctica y lucha por el poder, por el placer del poder ¿Cuándo se ha escuchado hablar de un partido socialdemócrata, por ejemplo? ¿O que pasa con el verde ecologista, que no presiona ni funciona como tal? ¿O del extrañamente llamado revolucionario institucional?

La política es tan corriente y pueril en México que a nadie impresionan las declaraciones reaccionarias (y estúpidas) de políticos como Creel, Madrazo, Fernández de Ceballos, incluyendo a Fox y Derbez, y todos los dirigentes, voceros y barberos de cada partido. Son tan descaradas las ambiciones por el poder que es irrisorio el momento, en que por unanimidad, los diputados se aprueban beneficios exorbitantes, o sin tapujos se cambian de partido obedeciendo a cálculos de poder. Es impresionante la maldad que pulula de la política, el egoísmo, la irreverencia y la mierda para el pueblo; cuando, idealmente, todo lo contrario debería ocurrir en una democracia: los partidos, en lugar de intentar abastecer sus raciones de poder, contactar con los ciudadanos; la administración pública no debería ser un trampolín de empleos sacudido por el compadrísmo, amiguismo o demás tipos de socialización infame; la transparencia no debería ser un artículo de propaganda; la igualdad no debería estar ahogada por baños de antiguas ideas como la de clases sociales; y sobre todo, las ideas políticas deberían ser protagonistas de las pugnas interpartidos. Sé que todo esto es una ñoña utopía, y que para México la democracia es un arma peligrosa en manos de ciudadanos que la ejercen de acuerdo a arquetipos de dominación familiar, al aspecto físico del candidato o al simple azar (por no decir soborno); y en manos de los políticos es un instrumento muy refinado para hacer efusiones de sangre, descalificaciones atroces y propagandas pro inflación del ego; resultando que solo los grupos de presión organizados en cámaras de industrias, comercio, restaurantes, hoteles, turismo, etcétera, y los líderes de corporaciones sindicales auspiciadas por el gobierno son los beneficiarios de una política cada vez mas rebajada.

Es ridículo cómo en México cualquier cosa que parezca agradar al público se convierte en medio de auto promoción del partido o del actor individualmente considerado. Apesta el nacionalismo ramplón con que se justifican actitudes tan despreciables como las declaraciones contra las indicaciones del gobierno de Estados Unidos, en un intento por lograr que el pueblo se enorgullezca de gobernantes con “tantas agallas”; o las bravatas del niño Creel respecto a hacer cumplir a Bush su palabra en un acuerdo migratorio; o la idea de Fox de que la candidatura de Derbez a la OEA se juega como un partido de futbol y que ganarla o perderla es cuestión de organizar porras y decir “sí se puede”. Basta abrir el periódico o escuchar el noticiero para enterarse de las porquerías de la política mexicana, cosa de equilibrios y movimientos ajedrecistas que solo algunos ven como tal y el resto como cosa aburrida y sin sentido; pero nadie la ve como la dirección de una nación, si es que no lo utiliza de propaganda.

Toda la política mexicana se resume en una CAMPAÑA DE PROMOCION PERMANENTE, sólo es necesario un pueblo pusilánime, aletargado por la historia y la ignorancia; pobre, dedicado únicamente a la sobrevivencia sin Estado político, en un estado natural dominado por la violencia y la ineptitud para defenderlos; un pueblo que sólo observa rezagado el ir y venir de gobernantes y partidos con celos por el placer de los ricos en el poder. La política ha caído en el más profundo pantano, por eso se maquilla y viste de lo mejor, por eso, el aliento que imagino que despiden los políticos es rancio, amarillo, y que cualquier cosa viva que roza se marchita; asimismo imagino su decadencia, su pérdida de credibilidad, la envidia que la asfixia, y las mutuas descalificaciones por el simple hecho de pertenecer a partidos distintos.

¿Y las cruces? (Parte II)

Así como es costumbre en México de politizarlo todo, con intenciones de propaganda y descalificación, no se podía escapar la migración hacia los Estados Unidos, el paraíso retorcido de la libertad, la democracia y la verdad, donde Dios juega a las Cruzadas con carísimos portaaviones y les patea el trasero a los mexicanos y otros indocumentados. Últimamente ha sido el tema con el que el aburrido gobierno de Fox pretende reivindicarse, lanzando desde microfonitos de televisoras locales amenazas al gobierno estadounidense y argumentos para el respeto mutuo de la soberanía (concepto pisoteado desde hace muchísimo tiempo). Los emigrantes, indiferentes de la política del país que dejan, se han transformado en el mejor medio para auto promocionarse; para el político ya pasó de moda el indigenismo en Chiapas (o sea, el zapatsimo ya caducó, aunque caducó desde el instante que se expresó en Chiapas con un no indígena idolatrado), las muertas de Juárez, el plan puebla Panamá, la controversia constitucional, etcétera. Ahora se piensa en los derechos humanos de los emigrantes, en defenderlos de los abusos de la Border Patrol, en hacerles recomendaciones para que no se mueran congelados o insolados, en el acuerdo migratorio, en visitas de los cancilleres y respectivos presidentes para tratar el tema y demás cosas que han unido a los políticos en una sola canción de amor a la humanidad (risas). Todo tan falso como el oficio (o vocación) del político mexicano. Nadie verdaderamente preocupado por el mexicano, sino por la propia imagen o reconocimiento.

Y esto no es todo, ya que si se trata de maldad, o por lo menos de violación de cualquier mínima decencia en el tratamiento del tema, tenemos a los artistas de la frontera y los grupos defensores de emigrantes; nada mas maquiavélico que estos grupos, que realizan aquelarres con las mas bajas intenciones escondidas en una indulgente sonrisa y pinturas bonitas en defensa de los indocumentados. Nadie que utilice de manera más ociosa el concepto de la frontera, estos grupos son un patético insulto a la honradez. Y allí está el muro de metal, que separa el sueño de la cruda realidad migratoria, lleno de escupitajos culturales que reclaman un espacio en la admiración popular, aludiendo a la proclamada conciencia de la sociedad para destrozarnos en caso de que nos rehusemos a creerles; políticos que se han llamado artistas para amasar su idolatría desde la trinchera de la alternativa mundana. Es patente su falta de imaginación y la terrible vulgaridad que los domina.

Pocas veces veo o escucho el noticiero local de Notivisa, y cuando lo hago tengo asegurada una profusión de bilis al percatarme de la elocuente ignorancia de sus reporteros y la recalcitrante admiración por tipos como Jorge Hank (aunque según ellos, son crueles críticos de las autoridades). Dos veces he tenido la gloriosa oportunidad de saber que estoy en lo cierto, y que los artistas y grupos defensores son los terroristas sociales más temibles que existen. La expresión del deseo de admiración son las constantes bañadas con frontera que se dan estos grupos, como si el único tema comercializable fuera este; en Tijuana no sólo hay frontera, también hay bares y gente fea que se disfraza de punk, también hay una buena cantidad de adolescentes alcohólicos, ¿Por qué no hacer temas sobre estos olvidados humanos? Lo que ahora se vende es la frontera, y ni modo, “todo mundo hace su luchita”, así que hay que entrarle a poner cruces y grafitear, perdón, pintar muros para hacer conciencia de la emergencia del Rancho de la…. La pretensión de hacer fama o promocionarse con la puesta de cruces se expresa en una frase que se filtró de la ignorancia de un reportero a las bocinas de la televisión “el problema es que ya no hay donde poner más cruces”, claro, ponerlas donde las veamos todos y digamos “estos sí que hacen algo por detener la migración” (mas risas), porque claro está que caben más de 6 millones de cruces en los más de 3 mil kilómetros de frontera que tenemos con los Estados Unidos.

Pero un infortunio me llegó, por castigo divino seguramente, ayer cuando veía el mismo noticiero, esperando el alarmador pronóstico del tiempo; cuando una famélica artista (a claras luces suplicando un poco de comida) apareció en la pantalla en una especie de inauguración de su exposición vergonzosamente titulada Front-Era Hunting Season, según ella es reclamo por las “balitas que no se que tienen, que utiliza la Border Patrol”. Manera de decir que es una ignorante del tema y que solo esta utilizando a los pobres emigrantes para hacer su horrible exposición de deseo de admiración, que no dice más que su falta de originalidad. Su sonrisa, al hablar del tema, reflejaba una maldad proveniente del infierno de la política, sólo reflejo de las más siniestras pretensiones. ¿Eso hará que la patrulla fronteriza se detenga en su abuso? ¿Eso hará que todo México declare una guerra por los derechos de la población migratoria? ¿Eso desaparecerá la pobreza de México? ¿Eso hará que la ONU realice una sesión extraordinaria para acabar con la cacería y la violación de los derechos humanos? O simplemente ¿eso hace más conciencia de la terrible realidad que viven esas personas? ¿Pero eso la hará más apreciada en el club Rotario o cosas parecidas? Esto último es claro. En Tijuana es tan cotidiano el asunto que hacerlo exposición artística es una venalidad; a nadie le hará vender su carro para comprarle zapatos a todos los niños huérfanos, nadie se preocupará más de lo cotidiano, o sea, casi nada, o Televisa no regalará sus acciones a los posibles indocumentados, o los contratistas estadounidenses les subirán el salario y respetarán su dignidad.

Los artistas y grupos defensores han hecho tan poco que parece que han logrado el efecto contrario de lo que esperaban, al decir, estéticamente (a su modo), que es posible, también, ser un héroe nacional si se cruza un frontera anegada de dificultades, un indocumentado triunfador. En fin, después de tanto circo los apoyan moralmente al tiempo que alimentan sus oscuras pasiones.

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