El blog más punk de México y alrededores, me consta.
Me parece nada genuino alimentarme de la literatura, sea de quien sea, y luego venir a representar lo que he comprendido, lo que he interpretado anegado de ideas y pretensiones. Ya el mismo “alimentarme” es una cuestión demasiado falible junto a la interpretación y el descubrimiento de la literatura. No concibo esa cosa llamada literatura sin todos los escritores que la han hecho, le han dado forma o la han destruido, no puedo separar de la cuestión de escribir el espectro del humano.
No puedo creer que estemos imbuidos en un mundo lleno de reglas objetivas, aparte de cualquier intento por comprenderlas o utilizarlas, que somos su reflejo y que subjetivizar la realidad es mera perdida de tiempo. Bastante se ha dicho de todo esto, que no es necesaria la aparición de estas letras para darle más vueltas al asunto, ya está embrollado todo lo que puede estar. Además de que yo no podría hacerlo creyendo en la falsedad de todo lo que se cuenta sobre las reglas que determinan la aparición de algo. Y recordando que seré sujeto a tus interpretaciones de una vez digo que no estoy asombrado y que no he descubierto nada, que si no sabes lo que quiero decir es porque has tomado muy en cuenta mi mala sintaxis y el imperfecto uso de los signos de puntuación, suponiendo que todo eso le de sentido al escribir.
Como creí haber dicho, no puedo creer en que algo deja de pertenecer cuando se dice, escribe o plasma en cualquier lado. Claro está que esas cosas tendrán tantas explicaciones como gentes las perciban, que no habrá limitaciones para hacerlo; pero lo que no puedo imaginarme es que todo eso prescinda de su autor y pretenda descubrir lo objetivo que lo ideo. Yo pretendo leer con los prejuicios del autor, con su época, con su persona, con su clase, y con todo tipo de circunstancias que pudieran rodearlo. Y me resulta una enorme pérdida de tiempo tratar de descubrir las normas objetivas (que no pertenecen a nadie, ni siquiera a quien medio las aprehende), para entender cómo se formó su discurso, o para comprender la universalidad de su obra.
Tener un fascinante mundo de objetividades, de normas puras que no hay que interpretar y conocimiento extendido sobre la masa, es un sueño demasiado hermoso para los maquiavélicos empresarios, para los malévolos políticos y los académicos flojos. Si eso es lo ideal, dicen, hay que descubrirlo y utilizarlo para el progreso. Y en ese buscar y rebuscar los comparo con el vomitar y re vomitar, no los imagino como seres objetivos, separados de lo que pretenden, sin embarrarle a esas aludidas normas todas sus experiencias e ideas. Tienen que colocar una base, ponerse de acuerdo, y allí se les va toda la vida, les parece tan subjetiva la verdad del otro que pelear por defender la de cada quien es un juego emocionante, arriesgado, teniendo en mente la proclamada objetividad, el arte de observar la realidad sin los tapujos de la personalidad y los deseos.
Y yo, queriendo retener esa objetividad le llamo alimentarme cuando leo. Pero no, yo sé que no es así. No puedo hacerlo. Allí estarán esas sombras, la imagen del humano muerto o descansando, la del que escribió todo aquello alienado por su objetividad, regodeándose de haber descubierto un pedazo de realidad, de su realidad. Así se va configurando mi lectura, luego, solamente cuando ya he captado la existencia de ese ser, me dedico a mis prejuicios, envuelvo esa lectura en mi apocada experiencia. Y en ese sentido la obra ya no pertenece al autor, ahora es mía, ya que la he interpretado. Puede ser que la literatura pierda toda la gracia en esa acción, en rehacerla. Sé que hay que entender lo que se dijo, pero como no vivo al mismo tiempo que el autor, la interpretación es una herramienta para allegarme lo más que pueda, aunque ciertamente, soy malo haciéndolo. Hasta en este momento, cuando quiero decir lo que poco he dicho y lo que laxamente he pensado. Siempre fracaso en el intento, ni siquiera acabo cuando me doy cuenta de la otra variable, del otro camino posible. No renuevo la lectura, prefiero continuarla en la posibilidad del ya fracaso. Y eso suponiendo bastantes cosas.
Evocando la triste estructura de un organismo, su perfecto acoplamiento, aún en la disfunción, su reajuste y su adaptación lenta pero efectiva, digo que no se trata de nutrirse, de alimentarse o descubrir, sino de digerir y excretar. Algo ya dicho, pero que daba por eternamente aceptado, sin imaginar el contrario, al nerdo que busca la divina objetividad para domesticar la avaricia de los ya de por sí lumpen burgueses de mierda.